Hubo un tiempo en el que hablar de la Puyada Oturia era hacerlo de una de las carreras de montaña más importantes que se organizaban en España, con presencia fija en la Copa de España FEDME, albergando incluso algún campeonato y llegando a ser parte de las Skyrunner World Series en el ya lejano 2009. En su día una de las pruebas de montaña más duras de nuestro país que, con sus 38 kilómetros y 2200 metros de desnivel positivo, correspondían a un trazado natural y lógico: salir de Sabiñánigo, llegar a la cumbre de Oturia y volver por el otro lado en un recorrido que se mantuvo inalterable a lo largo de los años. Todo, con un coeficiente de dificultad de 84/100. Hace 10 años, enfrentarse a la Puyada Oturia era un reto de dimensiones mayúsculas.
Una Puyada Oturia que ha visto cómo cruzaban la meta de Pirenarium nombres como Luis Alberto Hernando, Mireia Miró, Tofol Castanyer, Iker Karrera, Stephanie Jiménez, Jessed Hernández o Agustí Roc, siempre fotografiados por la lente de Ramón Ferrer, Monrasín, otro de los que nunca se perdían el fin de semana en Sabiñánigo.
Desgraciadamente, en los últimos años la Puyada Oturia veía un descenso paulatino en el número de inscritos, llegando a contarse en alguna de las últimas ediciones apenas sesenta corredores. Todo, a pesar del ingente trabajo de los Grupos de Montaña Sabiñánigo con Jesús Sánchez a la cabeza.
38 kilómetros de pistas, praderas y senderos en los que apenas se pisaba asfalto no han sido capaces de resistir la vorágine de carreras, la saturación del calendario y, también, esa moda por los ultras y la larga distancia que hace que treinta y ocho kilómetros parezcan poca cosa.
En 2019 no se organizará la Puyada Oturia, que desaparece del calendario tras catorce años. Ojalá sea sólo un hasta luego y no un adiós.
Hoy he hecho el recorrido, casi 15 años desde la primera vez y me sigue pareciendo impresionante, recuerdo cada tramo como si fuera la Zegama