Rutina del runner. A las cinco de la madrugada despierta la casa de Christy Youngblood (Anchorage). El equipo de logística prepara tostadas con mantequilla y mermelada mientras la doctora pesa a Marcos Yánez y chequea sus condiciones físicas.
Las maletas y mochilas van apilándose en la entrada para su traslado al alojamiento de esta noche, en Wolfe Lake (al norte de Anchorage). Los compañeros gráficos recogen esta tímida coreografía entre bastidores que subirá de intensidad según vaya haciendo efecto el café americano de ayer sometido al microondas. Último pase de revista del material técnico para la etapa y de la distribución de bultos en los vehículos.
Hace horas que el sol de verano de Alaska ilumina sus paisajes y carreteras. Tenemos una hora de coche por delante hasta el punto de salida de esta primera etapa de cinco, el lago Eklutna, al que se accede por una carretera ondulante y sinuosa que se abre paso bajo una masa forestal esbelta de pinos y ‘cottonwoods’ (troncos finos de corteza gris claro que desprenden sus semillas flotando en el aire como ligeras briznas de algodón), con hojas que despiertan su verde vital al contacto de la luz de la mañana.
A la sombra, el frío es helador; al borde del bosque, la vista del Bold Peak reflejado en el lago con sus claroscuros de nieve y roca, también nos hiela el alma por majestuosa.
Los mosquitos surgen de todas partes al calor incipiente. Marcos se concentra a orillas del lago para iniciar esta primera etapa de 58 kilómetros. Frente al él, un ascenso de 1.100 metros. Es un reto deportivo que afronta con mente y preparación analíticas, pero cuya meta es un reto tan humano como tener voluntad de salvar otras vidas, en este caso mediante la concienciación social y el fomento de la donación de médula ósea en Estados Unidos y España. El reto de #RunForLeucemia son 3.000 nuevos donantes.
La doctora Sara Solana se comunica por última vez con Marcos vía walkie-talkie. Todo bien a nivel físico y su fortaleza anímica rebosa. Es el momento. Son las 8:00 horas. Da la primera zancada desde el lago, espejo de las montañas que ha subir, hacia su particular viaje de superación y compromiso ‘Into the wild’ (2007, dirigida por Sean Penn, que en parte inspira este proyecto).
Antonio Domingo Pérez con el vídeo, Edgar Granados con el dron y Marcos Cabrera con la fotografía inmortalizan el momento. Más adelante, al inicio de la subida, espera Eoin Flynn, su pareja de carrera en este tramo.
Ayer, mientras el equipo inspeccionaba la localización donde comenzaría horas después, un carnicero aficionado a la pesca llamado Mike y un ex militar aficionado a la caza de osos llamado John, les advirtieron de que este año ha tardado en llegar el verano y es ahora cuando los osos negros y los osos grizzlis empiezan a salir de su hibernación en las oseras en busca de comida. Por ese motivo la equipación básica para cruzar estos bosques y montañas incluye espray anti-oso, silbato, cascabeles, bengala (o arma de fuego) y uno o dos acompañantes.
Marcos y su compañero de seguridad, Eoin, se adentran en el bosque, Twin Peaks arriba. Al otro lado del macizo, la verticalidad de la montaña es aún más imponente y cubierta de arboleda tupida hasta la cima. La caída se detiene en un valle muy llano por el que discurre el ancho río Knik, de agua fluida, rápida, pero de superficie tan engañosamente amigable como las extensas orillas de gravilla gris y arenisca inestable que lo acotan. Cientos de troncos arrastrados por al corriente flotan o esperan varados a la siguiente crecida. El equipo aguarda en ese escenario cruzado por un largo puente de diseño funcional (en Alaska la ornamentación está en el paisaje) la llegada de Marcos y Eoin. Bajo esa pared vegetal de más de un kilómetro de altura desde nuestra posición, silencio. Nada se mueve ni en las laderas ni en el walkie-talkie (dos kilómetros de alcance). Pasadas las 14:00 horas, una llamada por el teléfono vía satélite de Eoin. La subida había sido más técnica de lo esperado y “ahora ya estamos en el pico… buscando una vía para descender al río”. La ruta prevista estaba impracticable por los derrumbes debidos a las grandes nevadas de este invierno.
Los sucesivos intentos de encontrar una ruta de bajada terminan en retirada a los Twin Peaks y la decisión de salir de esa vertiente imposible en este momento.
Diez horas después, a las 17:35 horas y entre nubes de mosquitos, aparecen al fin en la zona recreativa del lago Eklutna. “Alaska no se olvida por experiencias como esa”, me dijo un trabajador de la tienda de alquiler de bicicletas y kayaks al explicarle el intento fallido de cruzar los picos gemelos hacia el río Knik. A esa hora, el sonido de los cascabeles espanta osos de Marcos y Eoin a través del bosque nos llenó de júbilo como campanadas de gloria en la Alaska Salvaje. “Hoy el reto ha sido afrontar los problemas en la montaña y resolverlos con serenidad, como sucede en una familia cuando el médico le comunica que un ser querido sufre cáncer”, reflexionó Marcos Yánez.
El reto deportivo y humano
El proyecto #RunForLeucemia’ se desarrolla en junio (del jueves 7 al lunes 11) a través de los bosques de Alaska. Una carrera en solitario de 300 kilómetros en cinco etapas, cada una de entre 50 y 60 kilómetros. El objetivo es concienciar a las poblaciones española y estadounidense sobre esta enfermedad y conseguir 3.000 nuevos donantes de médula ósea.
La primera etapa sale de Eklutna Lake y finaliza en Wolf Lake (58 kilómetros con desnivel positivo de 2.300 metros).
La segunda etapa sale de Hatcher Pass Lodge y finaliza en Willow Camping Area (53 kilómetros con 1.300 metros de desnivel positivo).
La tercera etapa sale de Trapper Creek y finaliza en Petersville (60 kilómetros con 1.200 metros de desnivel positivo).
La cuarta etapa sale de Triple Lake y finaliza en Healy (46 kilómetros con 2.400 metros de desnivel positivo).
La quinta etapa sale de Healy y finaliza en el ‘magic bus’ de la película ‘Hacia rutas salvajes’, después de atravesar un río sin puente (45 kilómetros con 800 metros de desnivel positivo).
Este final de ruta tiene un gran simbolismo para ‘Run for leucemia’, ya que la odisea personal de Christopher McCandless, que terminó en 1992 en el ‘magic bus’, recoge ese afán inconformista y de superación que imprime Marcos Yánez a su proyecto.