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La experiencia vital de una prueba por etapas

Irene De Haro, en su sección Trail y Vida, nos acerca lo que supone para ella participar en una prueba por etapas.

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Yo no siento apego por las cosas materiales. Una vez cubiertas mis necesidades básicas, no deseo más. Se me crea o no.Y si algo me conmueve, no es desde luego, traducible a bien material, sino a experiencia vital. Por eso, no me voy a esconder: tengo verdadera pulsión por los viajes.

Cuando sea viaja, no tendré casa, y viajaré. De un lado a otro, con los ojos bien abiertos.

De momento, hago mis incursiones. Y son muy valiosas para mí. Viajar es vivir. Y como correr también es vivir, y correr por montaña es vivir y revivir, no hay cosa que más me guste que un viaje con la excusa de una carrera. Y entre todas las opciones, las carreras por etapas son mis favoritas.

Porque la carrera en sí, en la versión clásica que todos conocemos, se queda en una experiencia limitada: de la salida a la meta, hay unos tiempos que se pueden alargar. Como cuando te vas la noche antes, y allí convives con la gente. Y preguntas, y te dicen. Que si no han entrenado bien, que si ellos van “solo a terminar.” Ese salseillo que supone compartir con los demás, sentir el espejo de tu experiencia en ellos, vivir la comprensión de quien no te mira ojiplático ni cínico cuando hablas de distancias y desniveles… Allí, el corredor, que ama los viajes, que ama la montaña, y que ama encontrarse en los demás y compartir, tiene un espacio privilegiado.

Ahora bien, todo esto se multiplica exponencialmente en las carreras por etapas. Donde se come, se bebe, se ríe y se duerme con el otro. Donde se comparten geles y ronquidos. Donde se abandona la postura atenta cuando uno viene “de visita” y se muestra uno como es genuinamente, sin máscaras, a los demás. Y los conoces. Y los quieres. Y te haces su amigo.

Ese sí que es un viaje delicioso. Al corazón de las personas. Y alcanza uno paisajes que jamás habrían confluido si el roce gozoso de la experiencia no hubiera tenido lugar.

Así, si no lo veis aún del todo claro y no sabéis si esta vivencia merecerá la pena para vosotros, atreveos. Quien ama los viajes, reír, compartir y alcanzar el horizonte inmenso de los otros, ha de amar una carrera por etapas.

Es un puente inigualable para una tesoro que no tiene precio.

 

 

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