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Everest Trail Race | Más que una carrera | Filosofía y entorno humano.

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Una de las premisas principales y columna vertebral de la carrera es el respeto al entorno natural y humano, factor esencial y uno de los de mayor relevancia para la Organización. Más aún en unos momentos en los que pensamos que resultan absolutamente imprescindibles actitudes de defensa y protección de estos medios.

Nuestro compromiso con la tierra y sus gentes, nos obligará a esforzarnos al máximo, a fin de que la prueba sea absolutamente respetuosa con el entorno natural y humano, ya sea utilizando con responsabilidad la energía, el agua, o cualquier otro elemento que necesitemos y, por supuesto, dejando los mínimos indicios posibles de nuestro paso. La prueba se desarrolla en un entorno culturalmente distinto al occidental, cuyos valores y costumbres son tan legítimos como los nuestros, por lo que siempre tendremos presente el respeto a sus tradiciones, intimidad y costumbres sin perder de vista nuestra categoría de invitados.

Para ello, la Organización ha establecido una serie de medidas, especificadas en el Reglamento de Carrera, que penalizarán de forma severa, llegando incluso a la descalificación si fuera necesario, cualquier comportamiento objetivamente perjudicial para el entorno humano o natural, y que hacen referencia a distintos aspectos, tanto de conducta como de tratamiento de residuos.

LA FILOSOFIA EVEREST TRAIL RACE EN PALABRAS DE SU DIRECTOR, JORDI ABAD

Es difícil sintetizar en pocas palabras el cúmulo de sentimientos y sensaciones que puede suponer para cada cual participar en la EVEREST TRAIL RACE. Casi tan difícil como definir lo que empuja a muchos de nosotros a plantearnos retos o metas que suponen, en la mayoría de los casos, un esfuerzo desmedido.

Quizás sea nuestra propia vanidad la que nos conduce a plantearnos semejantes objetivos. Seis días de esfuerzo, 29.000m. de desnivel acumulado y 160 km., dan para mucho, en lo personal, lo físico, y lo humano. Largas distancias, subidas inacabables, descensos que irremediablemente terminarán iniciando un nuevo ascenso sin fin, frío, altura, autosuficiencia, soledad, el peso de la mochila, el diálogo permanente con nuestras propias limitaciones, capacidades e incapacidades, llegando en ocasiones al desamparo físico… todo ello, sin duda, nos lleva hasta el fondo de uno mismo, al límite, ese límite al que llegamos y constatamos que aún está en alguna estación más lejana, o, al menos, ése es nuestro deseo.

Con estos planteamientos, pensaréis que parece que quiera disuadir de participar en esta dura y espectacular carrera, quizás una de las mas duras del mundo. Nada más lejos, los que estéis leyendo sabéis de qué hablo…

¿Qué nos fascina de todo ello? Naturalmente, cada uno tendrá sus propias respuestas y objetivos y sería temerario y arrogante por mi parte tomarme la libertad de definir las necesidades de cada cual.

Sin duda, la EVEREST TRAIL RACE, de manera global, puede ofrecernos belleza salvaje, la espectacularidad del Himalaya y sus gentes, el encuentro con otras culturas, el descubrimiento… y en lo deportivo, quizás, una de las carreras más duras del mundo, y lo que ello conlleva: el reto, la superación, el acercarse al límite… aunque por encima de todo, suscribo las palabras de uno de los participantes en la edición 2011:

“si esto fuera tan sólo una competición pura y dura no tendría ningún sentido; la dureza la da el entorno y no la competitividad en sí. Estamos aquí para compartir y ayudarnos. El esfuerzo se puede hacer en una maratón de cualquier ciudad, pero las sensaciones, el entorno y los sentimientos… compartirlo con amigos, conocer gente nueva, con la que te ríes, lloras… eso es lo que al final nos queda y es lo que hará que sea para todos una experiencia irrepetible”.

Vivimos en una sociedad demasiadas veces insolidaria y faltada de valores humanos, con tendencia a sacar lo peor de nosotros mismos… Mi deseo, por tanto, es que el espíritu del principio perdure en todas las futuras ediciones de la EVEREST TRAIL RACE.

 

 

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