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El día en el que la tierra nos dio tiempo

La vida, tal y como ocurre con las montañas, tiene sus reglas y por mucho que nos empeñemos, no la podemos dominar. Por Juan Alberto Humanes

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El planeta se ha tomado una pausa. Así, de repente, sin avisar, de la noche a la mañana. Por primera vez en mucho tiempo somos los seres humanos quienes hemos tenido que aceptar que no somos los amos del mundo; que la vida, tal y como ocurre con las montañas, tiene sus reglas y por mucho que nos empeñemos, no la podemos dominar.

La Tierra necesitaba tomarse por fin un respiro y, además, parece no tener prisa por dejarnos recuperar nuestra rutina. Este parón nos ha pillado por sorpresa, ha trastocado nuestro estresante día a día de trabajo o estudios, nos ha dejado sin las cañas en el bar con los amigos y sin poder disfrutar de unos buenos kilómetros corriendo por la ciudad o la montaña. Parece que la cuarentena nos lo ha quitado todo, pero también nos ha dado algo muy valioso: tiempo. Tiempo para estar con la familia, tiempo para ser creativos, para leer y ver todos los libros y películas que teníamos pendientes, tiempo para estar a solas, para pensar y replantearnos muchas cosas de nuestra vida y nuestro futuro.

Para quienes disfrutábamos perdiéndonos por las montañas, huyendo del ruido y estrés de la ciudad, esta cuarentena nos ha quitado una parte fundamental de nuestra existencia. Aunque nuestras queridas montañas seguirán estando ahí cuando esto acabe, es cierto que necesitaban de una merecida pausa de la actividad humana. Situaciones así nos hacen comprender cuán insignificante es nuestra existencia, cómo de la noche a la mañana la vida puede cambiar tanto. En cambio las montañas siempre estarán ahí viendo la vida pasar, sin que nada pueda afectarles, sin inmutarse ante virus y catástrofes; y así permanecerán hasta el fin de los días, cuando ya ni siquiera los humanos existamos para coronar sus cumbres.

Por eso creo que esta situación nos está viniendo bien a todos. En el mundo del trail running, tanto a la élite como a los aficionados, este parón e incertidumbre de si habrá o no alguna carrera antes de que finalice el año, nos hará replantearnos muchas cosas acerca de este deporte y de cómo es nuestra relación con las montañas cuando corremos por ellas. Porque, ¿cuándo ha sido la última vez que hemos disfrutado verdaderamente corriendo por la montaña? Y con disfrutar no me refiero a ese “disfrutar sufriendo”, a esa sensación de estrés y ahogo, yendo con la cabeza agachada mirando nuestros pies llenos de polvo y barro, pensando únicamente en el crono y la meta, sin siquiera disponer de unos segundos para contemplar tranquilamente el paisaje. ¿Cuándo fue la última vez que disfrutaste sin prisas corriendo por la montaña? Sin crono, sin presiones, saboreando cada paso y cada rincón del paisaje, dejándote llevar por esa paz y energía que nos hace inmensamente libres y felices.

Incluso a la élite le va a venir bien este parón de carreras. Cierto que ha sido un golpe muy duro ver cómo todo el esfuerzo de la pretemporada, todo el trabajo e ilusiones se han esfumado… Tratándose de un deporte minoritario a nivel de seguimiento e ingresos – si lo comparamos con el fútbol o el baloncesto – cuando pienso en todos esos atletas élite que necesitan de sponsors para entrenar y mantenerse a nivel profesional, y cuyos sponsors dependen en su mayoría de las carreras en las que participen, siento una enorme tristeza y preocupación. La temporada 2020 desgraciadamente se acabó, salvo que pueda celebrarse alguna carrera allá por los meses de noviembre o diciembre, parches que dificilmente podrán consolar a los élite. Pero si algo nos han enseñado las montañas es precisamente eso, que en las dificultades es cuando debemos ser positivos y dar nuestra mejor versión. Y creo que pese a todo, la élite tiene ahora una increíble oportunidad para, una vez finalizada la cuarentena, volver a correr por la montaña y hacerlo además sin prisa, sin presiones, disfrutando como hacía tiempo que no lo hacían. Cuando salgamos de ésta, élite y aficionados iremos a las montañas como niños, llenos de ilusiones y sueños, al resguardo de esos gigantes de roca que nos hacen saborear tan intensamente la vida.

Vivimos un momento único y complicado, una especie de ultramaratón por la vida que se nos está haciendo cada vez más larga y más cuesta arriba. Quedan pocos kilómetros para llegar a meta, pero nos engañamos si pensamos en la meta como el día en que se acabe el confinamiento, pues nada más lejos de la realidad. La meta muy probablemente llegue con una vacuna, y mientras tanto, nos tocará tomarnos esos últimos e interminables kilómetros de manera más pausada, siendo conscientes de lo mucho que hemos sufrido desde la salida y también sabiendo todo lo que nos estamos jugando y lo que nos queda por superar. Son kilómetros para conocernos mejor a nosotros mismos y darnos cuenta de lo fuertes, tenaces, creativos y solidarios que podemos llegar a ser; kilómetros para soñar y reilusionarse con esa ansiada meta y otras nuevas metas que están por llegar, kilómetros para perderse y disfrutar del entorno y de las personas que nos rodean. Quiero pensar que, después de esta “ultra”, empezaremos a tomarnos la vida un poco más en serio para ser libres y felices.

Las montañas nos están esperando ahí afuera, más bonitas y salvajes que nunca, para acompañarnos en una nueva y apasionante aventura que dará comienzo cuando todo esto acabe. Sigamos entrenando en casa y llenando la mochila de sueños para que, llegado el día, estemos preparados para la aventura de VIVIR.

 

Juan Alberto Humanes es montañero, corredor y colaborador de Territorio Trail Media

 

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