Hace unas semanas, en el programa en el que estuvimos hablando de la aventura de Mike Wolfe y Mike Foote en la Crown Traverse, nuestro compañero Abel Recknold habló de pasada de una enfermedad que algunos corredores USA, como Geoff Roes o el propio Foote estaban sufriendo. Algo parecido al síndrome de sobreentrenamiento pero más acusado.
El pasado mes de junio apareció un artículo en la revista Outside sobre este tema, personificándolo en la figura de Mike Wolfe, y aportando datos muy esclarecedores. Escrito por Meaghen Brown, y a partir de la participación de Wolfe en la Transvulcania del 2012, desgrana cómo «una generación de ultrarunners top está desmoronándose de repente a gran velocidad y en gran cantidad. En los últimos siete años se ha visto el surgimiento y la caída de por lo menos un docena de competidores de élite, entre los que se incluyen Anna Frost quien ganó en la división femenina del North Face Endurance Championship en 2011; Anton Krupicka, el dos veces ganador del Leadville 100; Geoff Roes que batió un nuevo récord en Western States 100 y Kyle Skaggs que demolió el record Hardrock 100 en 2008. Todos alcanzaron el pináculo del deporte y luego misteriosamente han luchado para repetir sus mejores resultados.»
Federico Fader ha realizado la traducción del artículo de Meaghen Brown para su publicación en Endurance Group. Federico Fader esdirector de Vidatraining, empresa que inauguró su primer Centro de Entrenamiento en 2011 en Mendoza, Argentina. Es, además, entrenador del grupo de deportes de endurance de Vidatraining y miembro del Intenational Endurance Work Group.
Durante la última década, el ultrarunning ha pasado desde un desafío de los límites por los “fanáticos de la distancia” a un deporte hiper-competitivo que atrae a los patrocinadores mas influyentes. Pero una misteriosa condición de entrenamiento está afectando a sus participantes, diezmando el talento de una generación de atletas top y forzando a las víctimas a cuestionarse, de repente: ¿Es posible amar tanto este deporte?
En mayo de 2012, mil ultrarunners de los mejores del mundo estaban alineándose para largar en el Ultramarathon Transvulcania, un recorrido de 83,3 kilómetros que atravesaba los afloramientos volcánicos de La Palma, en las Islas Canarias. La atmósfera estaba tensa, una mezcla de energía reprimida y anticipación, y los corredores se arremolinaban, mientras verificaban sus relojes y se saludaban. «Bienvenidos, amigos», gritó un fornido anunciante con un mújol negro espectacular.
Al frente de la multitud, Mike Wolfe de 34-años estaba intentando enfocarse en el día que tenía por delante. Un delgado, introspectivo hombre de Montana, Wolfe había dejado recientemente su trabajo como abogado auxiliar en Helena (U.S) para concentrarse en correr para el equipo atlético global deNorth Face. Transvulcania era su debut como profesional de jornada completa, y aunque había batido un récord en pista en Bighorn 100 de Wyoming en 2010 y había ganado el North Face Endurance Challenge Champioship en Marin Headlands en California sentía que tenía algo que demostrar. Un buen rendimiento le ayudaría a validar su giro de carrera poco convencional.
Sin embargo, últimamente, sus semanas de entrenamiento de 160 millas le habían parecido más duras que las anteriores. No dormía bien y tenía hambre constantemente. Justo antes de volar a Canarias, Wolfe realizó un entrenamiento casual de carrera con unos amigos y apenas podía mantener el paso. Cinco horas después, consumió un sándwich de crema de cacahuete y jalea en la mesa de la cocina y realizó una entrada poco notable en el meticuloso registro de entrenamiento que llevaba.: «4:50… me desplacé bien, cansado hoy con paso duro”.
Cuando se oyó la señal de largada, Wolfe luchó para quedarse enfrente del torrente de corredores de Transvulcania que se habían amontonado en la angosta pista. Recorrió la primera subida de 6000-pies con un americano prometedor, Dakota Jones, y con el rey del deporte, el español Kilian Jornet. Se mantuvo al ritmo de los líderes cuando atravesaron el filo de la isla, pero a mitad del recorrido de la carrera Wolfe empezó a disminuir su velocidad. No tenía calambres ni estaba descompuesto (él había experimentado esas cosas a menudo de modo que sabía cuando había salido demasiado rápido o no había comido lo suficiente). Esto era diferente.
«No me esforcé demasiado duro», me dijo Wolfe, ahora con 37 años, el pasado mes de septiembre, mientras reflexionaba sobre el momento cuando su carrera empezaba a desmoronarse debajo de sus pies. Estábamos sentados en el césped cerca del final del ultramaraton Rut en Big Sky, Montana, una carrera que Wolfe co-dirigía, observando a su hijo de 11 meses, Colt, mientras jugaba con una caja de galletas con forma de «animalitos» medida que los últimos corredores atravesaban la línea. «No era que mi estómago estaba enfermo o que no podía comer. Era como que mi cuerpo simplemente se estaba apagando. Como, si dijera “No, usted no puede correr tan duro. No voy a permitirlo.» Ocho horas después, Wolfe terminó en decimo tercer lugar, desconcertado y aplastado por su rendimiento. Transcurriría un año antes de que pudiera encontrar un nombre para el malestar que padeció: síndrome de sobre entrenamiento.
La mortífera marcha de Wolfe hacia la línea de llegada en Transvulcania fue el comienzo de una larga y dolorosa batalla con la condición, un desorden malamente entendido que afecta a atletas de resistencia que entrenan en los límites del rendimiento humano. Aunque son raros en la mayoría de los deportes de potencia y de velocidad, los casos de síndrome de sobre entrenamiento o SSE, han aumentado firmemente durante la ultima década en las filas del endurance. Dado que los eventos de ultrafondo se han vuelto mas populares, una generación de ultrarunners top está desmoronándose de repente a gran velocidad y en gran cantidad. En los últimos siete años se ha visto el surgimiento y la caída de por lo menos un docena de competidores de élite, entre los que se incluyen Anna Frost quien ganó en la división femenina del North Face Endurance Championship en 2011; Anton Krupicka, el dos veces ganador del Leadville 100; Geoff Roes que batió un nuevo récord en Western States 100 y Kyle Skaggs que demolió el record Hardrock 100 en 2008. Todos alcanzaron el pináculo del deporte y luego misteriosamente han luchado para repetir sus mejores resultados. Transvulcania fue el comienzo de la propia caída precipitada de Wolfe.
«SSE es una de las cosas más atemorizantes que he observado en mis 30 o mas años de trabajar con atletas», dice David Nieman, ex vicepresidente del Colegio Americano de Medicina del Deporte. “Observar como alguien pasa de tal grado de capacidad a ser una sombra de lo que fue, es increíblemente doloroso y frustrante.»
Nieman, profesor de salud y ciencias del ejercicio en la Universidad Appalachian State en Carolina del Norte, ha estudiado durante su carrera los efectos del entrenamiento en el sistema inmunológico. En 1992, recibió la primera de una docena de cartas lastimosamente similares de atletas de resistencia, en la que cada una describía una pérdida súbita de capacidad a medida que sufrían desde anemia pasando por deshidratación crónica hasta una incapacidad básica para salir de la cama. Nieman estaba preocupado y fascinado por estos relatos. Todos los síntomas parecían apuntar al síndrome de sobre entrenamiento y desde entonces se ha dedicado a buscar las causas de la condición.
Nieman, como otros especialistas de la medicina de los deportes, era consciente del SSE, pero con tan pocos casos documentados no existían los estudios para poder realizar una revisión. La primera referencia científica sobre el SSE fue realizada por un investigador y atleta llamado Robert Tait McKenzie quien en su libro de 1909 Exercise in Education and Medicine, registró un agotamiento agudo y “envenenamiento lento del sistema nervioso que puede durar semanas o incluso meses.» Décadas después, el renombrado profesor de ciencias del ejercicio sudafricano; Timothy Noakes escribió detalladamente sobre la condición en “The Lore of Running”. Publicado en 1985, es uno de los pocos libros que los atletas con SSE tienen como referencia. Los corredores que Noakes examinó se habían forzado hasta un punto en que sus cuerpos (y, más perplejamente sus mentes) simplemente habían dejado de responder. Como resultado, padecían desde «fatiga «generalizada y “dolores de cabeza» recurrentes» hasta «una incapacidad de relajarse, apatía» e «inflamación de ganglios linfáticos.»
Quizás el caso más conocido de SSE es el de leyenda americana Alberto Salazar, ahora entrenador principal del Nike Oregón Project. Entre 1980 y 1984, Salazar fijó tres records de pista americanos y ganó tres maratones de la ciudad de Nueva York seguidos. Pero también era un adicto al ejercicio, obsesionado con la próxima carrera o entrenamiento y nunca satisfecho con sus victorias. En 1984, su carga de entrenamiento excesiva lo agotó y finalizó número 15 en el maratón olímpico de Los Angeles. Durante los siguientes diez años sufrió infecciones respiratorias y depresión e intentó descubrir que había pasado pero no encontró ninguna respuesta. Cuando se retiró en 1998, apenas podía completar carreras superiores a 30 minutos.
Salazar se forzó demasiado duro, pero su metodología tenía bases científicas. Los humanos han evolucionado para adaptarse a niveles crecientes de estrés lo que hace que aumento gradual en las cargas sea una de las maneras más eficaces para lograr los mejores resultados. Esta es la razón por la cual los corredores de maratón atraviesan semanas de entrenamiento que se intensifican gradualmente seguidas por intervalos de descanso. Esta metodología, conocida como periodización frecuentemente produce sobreentrenamiento (el habitual dolor muscular y la fatiga que experimentan muchos atletas que soportan una larga temporada o se entrenan duro para una gran competencia). Según algunas estimaciones, alrededor de 60 por ciento de los corredores de élite experimentará algún grado de sobre entrenamiento en el transcurso de sus carreras deportivas, pero podrían recuperarse rápidamente con un descansoestratégico.
El síndrome de sobre entrenamiento es lo que ocurre cuando el cuerpo nunca realiza ese descanso. A través de la combinación entre ejercicio excesivo y recuperación inadecuada, los atletas experimentan un shock severo en el sistema nervioso parasimpático que controla las respuestas inflamatorias del cuerpo. En condiciones normales, cuando el cuerpo se estresa, su sistema nervioso simpático se activa para ayudarle a responder. El corazón se acelera. Las pupilas se dilatan. La sangre se desplaza desde el sistema digestivo hacia los órganos necesarios para la supervivencia inmediata. El sistema parasimpático actúa de manera contraria, permitiendo que el cuerpo regrese a un estado de equilibrio. Después de una excursión dura, la frecuencia cardíaca disminuye y la sangre regresa a las extremidades, restaurando las funciones normales del cuerpo. En los atletas con SSE, esas respuestas de equilibrio no se producen. El sistema parasimpático se descontrola.
«Usted sube, sube y sube, y su cuerpo se adapta a cargas cada vez más altas”, dice Jeff Kreher, médico del Hospital General de Massachusetts y autor de uno de los únicos trabajos científicos académicos sobre SSE, publicado en Sport Health en 2012. «Pero existe un punto en el que se alcanza un punto máximo a partir del cual, la adaptación positiva al estrés y a la tensión se detiene; y usted comienza a responder negativamente.»
Las consecuencias de traspasar ese punto son diferentes en cada atleta, pero el SSE puede afectar todo, desde el equilibrio hormonal hasta la función neurológica. Algunos atletas describen dolores misteriosos, pérdida de apetito, y disminución en la libido. Otros experimentan extrañas arritmias cardíacas o un debilitamiento en sus piernas. (Un corredor me contó que durante días no podía mantener su frecuencia cardíaca por debajo de 130 latidos por minuto). Los investigadores sostienen que el SSE puede asemejarse a diferentes enfermedades, entre las que se incluye la leucemia. Pero el síntoma más común descripto por atletas simplemente es una inefable y confusa falta de capacidad.
«No es fatiga», aclara Kreher. «Si usted empuja los límites de su cuerpo, va a sentirse fatigado.» En cambio, lo que Nieman observó en las cartas que recibió: fue una desaparición súbita, casi de la noche a la mañana de las habilidades de resistencia de los corredores de élite. Para los atletas que experimentan SSE, esto puede ser aterrador. Y lo que es peor, los doctores no pueden decirles si alguna vez podrán recuperarse.
En The Lore of Running, Noakes describe por qué los corredores competitivos están singularmente predispuestos al imparable circuito de feedback negativo que caracteriza el SSE: «Creemos que mientras más duro entrenemos, más rápido correremos, e ignoramos la evidencia que demuestra que esto es descaradamente falso. Por lo tanto entrenamos más duramente y corremos peor. Y luego, en el último acto de estupidez, interpretamos nuestro pobre desempeño en las carreras como una señal de que no hemos entrenado lo suficiente.»
Noakes podría estar describiendo a Mike Wolfe. Cuando regresó a casa desde Transvulcania, la respuesta de Wolfe frente a su pobre rendimiento fue reduplicar sus esfuerzos. Me dijo, «No supe si fue simplemente un mal día o una mala carrera. «Lo único que yo pensé es que tenía que entrenar más duramente. Tal vez no le dediqué el tiempo suficiente”.
De regreso en Montana comenzó a correr 25, e incluso a veces 30 horas por semana, ayunando para eliminar cualquier peso extra a su ya delgado cuerpo y acercándose a los límites de sus registros de entrenamiento
7/2/2012: Agravado… mente y cuerpo. ¿Debo estar totalmente descansando en este momento? ¿Deberé alimentarme menos/mas inteligentemente ?. ¿Estoy totalmente quemado, físicamente? ¿Mentalmente?
8/2/2012: Corrí por la mañana durante 1 hora. Tomé una taza de java. ¡me siento lento, débil… Tan cansado de esta mierda!
¡10/4/2012: Estoy tratando realmente de concientizarme acerca de perder algo de peso evitando los snacks inservibles…Debo ser más diligente, actuar, salir de esto y restaurar el cuerpo y la mente!
Ese verano, Wolfe había llegado con muchas esperanzas a la línea de largada de Western States 100, que se realizó en Squaw Valley, California, pero sintió nuevamente las piernas duras. «A las sesenta millas… «(Wolfe hace el sonido de una explosión). «Básicamente caminé las últimas 20 millas. Fue nefasto. Y así fue mi temporada entera, una después de otra».
Wolfe había comenzado en el ultrarunning en 2005, justo cuando estaba en el boom. Quince años atrás las carreras como Western States y Leadville 100 eran asuntos para aficionados, y los mejores competidores hacían malabares entrenando y corriendo junto a trabajos de jornada completa. A mediados de 2000, North Face y Salomon, reconocieron el interés creciente de los americanos por los desafíos que iban más allá del maratón, y comenzaron a apoyar a los equipos de ultra resistencia, lo que permitió que algunos atletas pudieran correr profesionalmente por primera vez. Cuando el campo se tornó cada vez más competitivo, los records comenzaron a caer. Entre 2004 y 2012, la marca de los varones más rápidos en Western States disminuyó casi una hora, de 15:36 a 14:46. El año pasado, Kilian Jornet mejoró el record Hardrock 100 en más de 40 minutos.
«Lejos están aquellos días en que Tony Krupicka podía acampar en un baño público la noche anterior a Leadville, ganar al día siguiente, y llegar alto en otras cinco competencias de ultra resistencia ese mismo año», dice Christopher McDougall, autor del bestseller Born to Run, un libro que jugó un importante papel en el descubrimiento de la corriente principal de ultrarunning. En esta la nueva era hipercompetitiva, los corredores están asumiendo cargas de entrenamiento inauditas para mantener el paso, lo que explica por qué una condición rara como el SSE, ha comenzado a ser tan frecuente en los exponentes mas destacados del deporte.
Esto no quiere decir que los atletas de otros deportes no estén entrenando duramente. Lo están. Pero generalmente lo hacen dentro de un ambiente de equipo, o bajo la dirección de un entrenador profesional, lo que les proporciona un marco bien establecido para el éxito. Aunque el ultrarunning ha crecido, la infraestructura para apoyar a sus competidores es todavía pequeña. Los patrocinios demandan carreras jornada completa, pero raramente incluyen el asesoramiento profesional. La mayoría de los corredores top controlan su propio entrenamiento, registran millas junto con otras estrellas del ultrarunning que a menudo comparten la misma mezcla peligrosa de características: una elevada tolerancia al sufrimiento, rechazo de moderación, y la creencia que los mejores son los que entrenan más. Dentro de esta burbuja, muchos corredores son renuentes a quejarse o discutir sus propias luchas, lo que hace que el SSE haya sido, hasta hace muy poco, una plaga silenciosa. Y no hay ninguna respuesta organizada para evitar que se siga extendiendo. El ultrarunning no tiene un cuerpo gobernante que establezca cuanto puede correr un atleta en una temporada. Los patrocinadores, entretanto, simplemente sólo están comenzando a aprender cuan peligroso puede ser el SSE.
Robert Amrine, doctor en medicina deportiva en Missoula, Montana trabaja actualmente con Wolfe y un grupo de atletas que padecen SSE y piensa que algo del frenesí de entrenamiento que causa el desorden es un subproducto de la cultura del Tour de Francia. «Muchos de los ultrarunners crecieron mirando el Tour en la época de Lance, cuando todos creíamos que estaba corriendo limpio», Amrine me dijo en su oficina de Missoula el invierno pasado. «Los convencieron de que tenían que entrenar maniáticamente para ganar, pero es mucho más difícil recuperarse de ese nivel de intensidad cuando uno no está bajo el efecto de doping.»
Otro de los pacientes de Amrine, Justin Angle, un tímido y delgado corredor patrocinado por Patagonia, que hace dos años luchaba con SSE después de atravesar simultáneamente meses de carreras junto con el estrés máximo de un nuevo trabajo y la llegada de un bebé dijo: “No hay mucha ciencia en qué es lo que funciona y lo que no funciona en el ambiente del ultra”. «Las demandas a la que se someten los corredores año tras año son inauditas”. Nadie reconoce que el peaje está pasando factura, pero las personas insisten y siguen”
De hecho, parecería existir un patrón en muchos de los que alcanzan los niveles más altos en el deporte: un aumento sostenido durante dos años que produce PR cada vez mas rápidos y grandes victorias codo a codo en las marquesinas de los eventos deultrarunning, seguido por una caida repentina.
Si bien algunos se recuperan, otros desaparecen completamente del escenario. En 2008, Kyle Skaggs de 23 años parecía haber surgido de la nada el año antes de dominar las competencias de ultrarunning y batió el record en Hardrock 100 con un tiempo que muchas personas pensaron que nunca podría ser alcanzado. Después de esa temporada no volvió a correr nunca más. En cambio, se mudó a Nuevo México para instalar una granja orgánica.
Skaggs no publicó los motivos por los cuales se alejó, pero se supo que había sufrido un caso serio de SSE. «Empezó con lo que yo creía una infección muy severa de garganta pero de repente se convirtió en el peor insomnio de mi vida», Skaggs me dijo. Después de Hardrock, solo se tomó un día, y luego comenzó a entrenarse para una maratón. “Una carrera estúpidamente dura” afirmó, «y los síntomas se volvieron cada vez peor.» Después de un mes, Skaggs se dio cuenta que debía detenerse. «Leí el libro de Noakes. Y en ese momento me di cuenta que había sido sobre entrenamiento.»
El declive de Wolfe fue idéntico a este modelo. Alcanzó el máximo en 2011 con su victoria de Campeonato de North Face, cuando participaba en ultrarunning mientras ejercía como abogado, luego comenzó a experimentar los síntomas de SSE en la siguiente temporada. Mirando atrás, Wolfe reconoce que estaba recorriendo demasiadas millas, involucrado en una batalla tenaz para mejorar. Pero el enfoque tenía sentido. Esa carga de entrenamiento masiva lo había transformado en uno de los mejores corredores del país.
Hasta que dejó de serlo. Al final del frustrante verano de 2012, la esposa de Wolfe, Stéphanie que era médica, le sugirió que se realizara un análisis de sangre. Wolfe concertó una cita renuentemente.
Cuando un ultrarunner altamente entrenado entra al consultorio de un doctor y dice, «no me siento bien», la mayoría de los médicos no están capacitados para tratar con el problema central. Muy pocos han observado el SSE alguna vez. Pueden examinar al paciente, realizar algunas pruebas y concluir que el paciente está bien. Y en lo que respecta a la salud básica, la mayoría lo está, al menos cuando se los compara con una línea de base de los americanos saludables normales.
En 2010, Roes se destacó en el deporte, ganando todo desde American River 50 a principios del abril hasta Western States, en donde estableció un nuevo record de pista. El año siguiente, después de varios meses de entrenamiento flojo, Roes se despertó un día con vértigo. A la semana sentía dolor en todo el cuerpo y entumecimiento en sus extremidades. Se debatía entre una agitación nerviosa, como si hubiera bebido simplemente siete tazas de café y una fatiga tan profunda que apenas podía levantarse del sillón.
Luego de diez días de síntomas agudos, Roes finalmente decidió ver a un doctor. “Estaba convencido de que me dirían que padecía alguna enfermedad severa que iba a matarme», dijo. Durante los siguientes dos años, la vida de Roes se transformó en una serie de salas de espera y pruebas: análisis de sangre, estudios cerebrales, evaluaciones cardíacas. «Padecía fiebres severas y etapas extremas dónde sentía un embotamiento mental que creía que no podría superar y todo se volvería negro», afirmó. Las pruebas no arrojaron ningún diagnóstico definitivo.
Roes no necesariamente habría tenido mejor suerte si hubiera comenzado con un especialista en medicina del deporte. Si bien el conocimiento sobre el SSE ha crecido, el conocimiento sobre la condición no se ha actualizado. Por razones éticas, los investigadores no pueden forzar a atletas hacia un estado se sobre entrenamiento para estudiarlos, así que la mayoría de los datos disponibles sobre el SSE son anecdóticos. No hay ningún acuerdo general en los marcadores que lo definen y eso lo vuelve sumamente difícil de diagnosticar. El resultado incluso es que un doctor como Amrine que está familiarizado con la condición prefiere descartar cualquier otra condición antes de establecer el SSE.
«Nosotros podemos realizar numerosos análisis de sangre y determinar el funcionamiento de las células T y los niveles de cortisol y concluir que no están bien, dice Amrine, «pero nosotros no sabemos ni siquiera que es el [SSE] ni cómo tratarlo exclusivamente. Se vuelve un diagnóstico muy confuso para decirle a un atleta de alto nivel, que puede o no cobrar para correr, que abandone seis semanas o más cuando usted ni siquiera está seguro que lo que padece es SSE.»
A partir de ahora el enfoque entre los doctores está en determinar las causas fisiológicas de la condición, pero nuevamente en este punto no existe un consenso general. El profesor Nieman cree que SSE está arraigado en los sistemas inmunológicos de las víctimas. Sus investigaciones previas sobre inmunología del ejercicio le ha permitido establecer que el ejercicio pesado los hace más susceptibles a las infecciones respiratorias del tracto superior. La teoría de Nieman es que cuando los atletas entrenan padeciendo una enfermedad como esta, ponen sus sistemas inmunológicos bajo estrés, y eventualmente alcanzan un estado de fatiga post viral creando así las condiciones que producen el SSE. «Ochenta y cinco por ciento de las personas con las que he trabajado que padecen este síndrome o entrenaron o corrieron mientras estaban enfermos», afirmó.
Pero como Kreher señala, muchas personas corrieron mientras estaban enfermos pero los casos de SSE no siempre coinciden con resfríos. Kreher y otros creen que la mente desempeña un papel igualmente importante. Porque el sistema nervioso central influye en el cerebro tanto como la fisiología, especula que el verdadero síndrome de sobre entrenamiento se activa por una combinación de estrés psicológico y físico.
«Ésa es la naturaleza multi sistémica de la condición «, Kreher dice. «La interacción entre la mente y el cuerpo es increíblemente influyente.» Para terminar una carrera de 100 millas se requiere una paliza psicológica, y algunos corredores han descrito un tipo de depresión post carrera. Cuando ellos intentan movilizarse para entrenar para la próxima meta, quizás pegándose por su rendimiento anterior, es ese estrés mental mas el agotamiento físico, lo que podría producir el SSE.
Le pregunté a Wolfe si él podía señalar con precisión un momento o un evento específico que podrían haber tenido este tipo de influencia singular. No pudo identificar un momento en particular, pero especuló que años de fatiga mental pudieron haber pasado factura. «Yo creo en la conexión mente-cuerpo», dijo. «Muchas veces me he planteado por mi y por otros que hemos trabajado tan duramente durante tanto tiempo, que en algún punto la mente se rinde antes que el cuerpo y simplemente dice, “Suficiente»
Aunque sus síntomas pueden diferir, todos los corredores con los cuales hablé están convencidos que el SSE había cambiado su relación con el running, a veces significativamente. Ellos habían organizado sus vidas alrededor del deporte, y cuando los doctores les dijeron que el único remedio eficaz era abandonar un tiempo, les obligaron de repente enfrentar la vida sin él. «Estos atletas están muy definidos por sus entrenamientos», dice Kreher «por lo que obligarlos a que descansar les provoca una «crisis de identidad completa”.
Anna Frost, una corredora patrocinada por Salomón, batalló durante un año con el SSE. La recuperación involucró largos períodos de tiempo sin entrenamiento, pero ella también destaca el trabajo mental que realizó. Tal como lo explica, ella debía poner un poco de distancia entre correr y su sentido de ego. «Tenía que recordar las razones por las cuales el running me hizo feliz y dejar de intentar que representara mi identidad completa» afirma. Ella regresó en 2014 y en la actualidad está consiguiendo tiempos de carrera mejores de los que obtenía antes de enfermarse.
Otros aceptan con mucha mayor dificultad las consecuencias de un diagnóstico. Cuando Roes comprendió finalmente que tenía SSE, se pasó un año entero lidiando con él. «Sentía como que me habían quitado algo rico y valioso”. ¿Por qué me esta pasando esta cosa horrible? «Poco después del ataque de síntomas agudos, le envió un correo electrónico desesperado en busca de respuestas a Skaggs. «Si tenía algún consejo, era poder salir completamente de escena», dice Roes. «En su momento su cuerpo volverá a sentirse bien, y usted podrá simplemente correr de mejor modo.»
La propia experiencia de Skaggs es la evidencia que, por lo menos para algunos atletas, el SSE es un boleto de un solo viaje. Hace más de seis años que se encuentra fuera del deporte, incluso hoy, si corre una carrera larga, los síntomas como palpitaciones o los inconvenientes para dormir, regresan. Él canalizó su pasión en Frisco Farm, la granja orgánica de 12-acres que cultiva con su compañero, Meggie Dexter, y sus dos caballos belgas, mientras comercializa sus verduras en el mercado de los granjeros de la Ciudad de Silver City, Nuevo México, los fines de semana. “Hay muchas cosas ricas y valiosas en la vida», me dijo cuando yo le pregunté si se sentía triste. «Efectivamente, no puedo salir y correr de la misma manera en que lo hice alguna vez, pero si hubiera podido, no tendría todo lo que tengo ahora.» Todavía, está claro que una parte de él extraña el placer y la auto definición que el running le dio alguna vez. «Simplemente es así, solo porque corrí primero, quizá se siente como una pérdida, dice. «Pero no debemos pensar constantemente sobre lo que ya no podemos hacer mas».
Para Wolfe, el descanso lejos del ultrarunning ha sido difícil de cumplir. Desde 2012, ha descansado y ha corrido con diversos gradosde frecuencia, esperando haberse recuperado, pero nunca recuperó del todo su alto nivel. «Legué al punto en el cual un descanso de dos semana no servía absolutamente para nada», me dijo el verano pasado.“ Incluso un descanso de cuatro semanas no hacía nada». Incluso entonces no estaba dispuesto a abandonar. Pero después, una cirugía mayor de tobillo le obligó a tomarse un extenso descanso por unos meses.
Cuando encontré nuevamente a Wolfe en diciembre, todavía utilizaba muletas. Estaba considerando regresar a la pista en el verano. «Mi meta a largo plazo nunca fue hacer esto para siempre», dice, «pero me gustarían tres o cuatro años más de buenas carreras.»
El hecho de alejarse del running, forzó a Wolfe a darse cuenta lo que el deporte que había definido su vida durante casi una década le había hecho. Simplemente quería recuperar la pasión que lo había atraído hacia el running la primera vez, la simple alegría de una larga y agotadora aventura en las montañas. Afirma, «Me di cuenta que cuando estoy hecho polvo físicamente, mi excitación mental y mi pasión por el running disminuyen». «Intenté fuertemente mantener la llama, pero no estaba allí.» Encontrarla de nuevo sería indicativo de que estoy completamente recuperado.
Thks: Federico Fader por autorización de publicación. Abel Recknold por referencias sobre el tema.
Pedazo de artículo… Aunque me he quedado un poco acojonado.
ANTONIO dice
Un articulo que deja mucho que pensar,
el limite entre el esfuerzo tan importante en mejorar,y el limite del cuerpo
Habra que estar muy atento al sobreentrenamiento
Pedazo de artículo… Aunque me he quedado un poco acojonado.
Un articulo que deja mucho que pensar,
el limite entre el esfuerzo tan importante en mejorar,y el limite del cuerpo
Habra que estar muy atento al sobreentrenamiento