Una noche de invierno en la montaña

Bivac Solidari celebró el Vivac de los Barbudos, una noche al raso para visibilizar y ayudar a la gente sin hogar

Aún faltan algunos minutos para que el sol termine de esconderse tras las montañas del oeste y ya hace rato que la temperatura ha bajado bastante por debajo de cero. Así empieza el Vivac de los Barbudos, una noche tan larga y fría como mágica y única. Un puñado ecléctico de amantes de la montaña se ha reunido en la amplia cumbre del Pic de la Dona, en las erosionadas crestas ventadas de Vallter, para pernoctar a más de 2700 metros de altura. Su objetivo: pasar frío una noche para visibilizar a la gente que lo pasa siempre.

Es 15 de enero, día que da inicio a la semana de los barbudos, la más fría del año. Hace días que hiela hasta en la costa y la gruesa escarcha acumulada en las cunetas umbrías acompaña la carretera que sube a Vallter. El anticiclón, estancado desde hace una semana, provoca días radiantes de luz penetrante y noches gélidas de frío implacable: ahora, más que nunca, es imprescindible tener un techo bajo el cual resguardarse cuando cae el sol.

La gente que se haya en el Pic de la Dona es muy afortunada. Están a punto de pasar una de las noches más gélidas de sus vidas, pero mañana plegarán sus gruesos sacos de plumas, bajarán al coche comentando la experiencia y volverán a sus casas para tomarse una ducha reconfortante y una cena caliente. Mientras tanto, en las calles y plazas de todos los pueblos y ciudades, gente que ayer y hoy ha dormido en la intemperie volverá a hacerlo mañana.

Hacer un vivac en una cumbre siempre marca, pero hacerlo en la semana más fría del año es una experiencia catártica. Todo es más intenso, más profundo, más palpable: el frío voraz que atraviesa cuantas capas de ropa te pongas, sin piedad ni tregua alguna; la luz de la luna, casi llena, que brilla reflejada en la nieve de las crestas colindantes y hace superfluos los frontales; un bocado de comida hirviente, que llega al estómago y distribuye el calor por los miembros entumecidos; la buena compañía, animada y unida por la experiencia común, que hace más amenas las largas horas de oscuridad.

Desde dentro del saco de plumas empieza la espera, que se prolonga largamente entre breves ensoñaciones interrumpidas por el viento que agita los pliegues de la tienda y las fundas de vivac. Si la salida del sol en la montaña siempre es mágica, ahora cobra un doble sentido, doblemente anhelado: no solo es un espectáculo increíble, una merecida recompensa sensorial a los pesares de la noche, sino que representa el fin del martirio, la salvación del frío, la esperanza de un nuevo día.

Una experiencia así te hace reflexionar. Tanto si eres una persona veterana en los vivacs de montaña como si es tu primera vez, esta noche ha sido distinta. Porque no has estado pensando en tus pies entumecidos, en tu nariz helada, en las ganas que tienes de ver el sol, sino en los miles de personas que, como tú, también han pasado esta noche al raso, pero sin la magia de los paisajes increíbles, ni la comida caliente, ni la buena compañía, ni los sacos de plumas, ni la perspectiva de una ducha ardiente al terminar.

La organización solidaria Bivac.org, con el apoyo de Ferrino Iberia, ha celebrado este encuentro para conscienciar, visibilizar y ayudar a la gente que cada día duerme al raso. Los responsables de la organización hacen un llamamiento a todo el mundo para donar ropa, sacos de dormir y mantas a entidades locales que ayuden las personas sin hogar, o para hacer un donativo a organizaciones solidarias que trabajan sin descanso para que este invierno no haya #Nadiedurmiendoenlacalle.

 

 

Bivac.org
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