A finales de 2014 empecé a dar forma a un loco -y ambicioso, todo sea dicho- proyecto que consistía en recorrer las 10 islas más bellas en un formato de ultradistancia. Paradógicamente, una carrera que tenía permanentemente en mi pensamiento, parecía ser la nota discordante para este proyecto. Se trataba de Marathon des Sables, y obviamente, no estaba rodeada de agua, ergo no se trataba de una isla. No quería renunciar ésa carrera desértica por etapas. Debería buscar la forma de aunar esos dos conceptos -islas y desierto- para convertirlos en binomio. La imaginación cumplió su cometido, formulando el proyecto definitivo denominado: 10 islas 1 desierto.
Sables ha sido, sin duda, juntamente con Transvulcania y UTMB, las carreras que me han marcado, en lo más profundo de mi ser. Han sido carreras en las que realmente empecé a sentirme corredor de ultradistancia, en las que todo salió perfecto, y facilitó que pudiese guardarlas al albor de mis sentimientos. Son aquellas cosas con las que, casi sin darte cuenta, dibujas una sonrisa de medio lado, y de las que hacen emerger de tus ojos, alguna lagrimilla furtiva, y te recuerdas a ti mismo: «yo estuve allí». Son recuerdos que revives en tus momentos de soliloquio o devaneos oníricos, pero que tienes tan presentes, que llegas a revivir la sensación del bello erizado producto de la emoción.
Sables, es más que una carrera. La dimensión de aventura, convivencia, compañerismo, llega a puntos inimaginables y sin embargo reales. Durante nueve días, aprendes a vivir, con lo que eres capaz de llevar dentro de tu mochila. Nueve días en lo que abandonas lo superfluo, prescindible en el desierto, pero imprescindible en nuestra insaciable sociedad. Nueve días en los que abandonas las convenientes costumbres de la higiene, y las comodidades pasan a ser -para no desentonar con el entorno y el relato- poco menos que un espejismo.
Marathon des Sables requiere compromiso, en lo mental y en lo físico, para ser recompensado en lo emocional. El desierto puede llegar a zarandearte y vapulearte en las interminables horas en sus fauces, para encontrarte cara a cara con tus miserias, con tus carencias y todo tipo de vergüenzas adquiridas o inherentes, y devolverte un reflejo que no aciertas a reconocer, sin filtros, ni edulcorantes, de apariencia vil y despreciable, de un espejo que no logras avistar.
Todo lo que he sido capaz de vivir, de retener durante esos 9 días que he pasado en el campamento, hasta volver a una realidad, que en ciertos momentos, no sabes si quieres -pero debes- retomar, es lo que he intentado plasmar en 7 minutos de este vídeo reportaje.