Once días se cumplen de nuestra llegada de Nepal, y ya lo echamos de menos. Salimos de casa a finales de noviembre y hemos vuelto a últimos de enero; casi dos meses donde hemos vivido con mucha intensidad, como suele ser habitual en el equipo. Si bien es verdad que no hemos llevado a cabo ninguno de nuestros objetivos, no nos subimos al Thouroung Peak, ni al Far Chulu East, ni hemos alcanzado la cima del Annapurna. Pero ¿sabéis qué? que según estoy escribiendo estas líneas se me dibuja en la cara una gran sonrisa acordándome de algunos de los momentos y lugares que hemos dejado atrás. Ahora ya solo nos queda el recuerdo, y en él quedan la noche en el Thouroung La Pass, el duro viento a 5.600metros en el Far Chulu East, cómo arreciaba, cómo nos machacó… Y cómo, aun y todo, partimos para intentar subir a uno de los Chulus, no pudimos más que apretar los dientes y aguantar los envites del viento que arreciaba.
En cuanto al Annapurna, no cambiaría absolutamente nada, nada de nada. Efectivamente, hemos cometido errores, el más importante, el planteamiento inicial, pero la sonrisa no nos la quita nadie. Hemos aprendido mucho y en esto de las expediciones invernales los años nos han enseñado que se tiene que ir puliendo, tienes que ir afinando, y a base de seguir insistiendo, quién sabe, tal vez logres hacer cumbre algún año. Y si tienes la suerte de subir, tienes que tener claro que lo menos importante es subir hasta allí arriba, ya que lo más importante es volver a casa.
De los recuerdos más bonitos que me llevo de este invierno es toda la gente que hemos compartido buenos y no tan buenos momentos. Y tal vez lo que más me ha llegado dentro ha sido el recordar lo vivido en el Annapurna del año 2010. ¡Han pasado 14 largos años! Da vértigo echar la vista atrás. ¡Cuánto vivido! Pero lo más importante, mirar para adelante y pensar ¡cuándo nos queda por vivir!
En cualquier caso, en nuestro #AnnapurnaColdPeaks hemos vibrado, hemos sentido, hemos mantenido la llama viva hasta el último momento, hemos estado muy cerca, pero estar cerca no quiere decir nada en absoluto. Creo que hemos estado bien, pero en esto del himalayismo invernal estando bien no se consiguen las cosas, aquí el equipo ha de estar brillante, hemos de estar excepcionalmente bien porque solo así salen las cosas bien. Y luego, aunque estés excepcionalmente bien, si las condiciones climatológicas no te acompañan, ya sabes lo que te toca…
Ha sido un año excepcionalmente bueno, donde no hemos tenido casi precipitación, donde el cielo se mostraba siempre limpio, pero donde se le escuchaba rugir muy a menudo al fuerte viento del oeste dominante durante esta época invernal. En general, buenas condiciones para progresar en altura pero de manera muy expuesta y comprometida.
El Annapurna se ha comportado de manera amable con nosotros a pesar de intentarlo por la vertiente norte de la montaña. En el campo base, los primeros rayos de sol nos calentaban a eso de las 10:00 hasta las 17.00 horas. En cuanto a la escalada todo cambiaba a partir del campo 2, a partir de los 5.500 metros no daba el sol y las noches secas se imponían con su intenso frío. Es por ello que podemos decir que hemos conocido dos Annapurna diferentes. De 5.500 metros para abajo una realidad y de ahí para arriba otra diametralmente diferente. La amabilidad del CB frente a la hostilidad de los 5.500 metros para arriba que ha provocado pequeñas y leves congelaciones a algunos compañeros. Un detalle que, teniendo en cuenta que no estamos hablando de cotas no tan altas, nos ayuda a hacernos una idea de las duras condiciones vividas.
Una retirada a tiempo es una victoria. Y ante la duda más segura, a diferencia de otras expediciones, en esta expedición #AnnapurnaColdPeaks he actuado más con el corazón que con la cabeza, de lo contrario seguiríamos en el Annapurna. Ninguna cima vale más que cualquier vida.
Ahora toca hacerse nuevamente a calzarse los pies de gato.
Autor: Alex Txikon, embajador Trangoworld
Fotografía: Andrés Navamuel, embajador Trangoworld