Me encantan las carreras en equipo, y he tenido la suerte de participar en algunas recientemente. En octubre el OMM con Cajsa Holgersson y la Old County Tops en mayo con Sam Sale, y es que incluso en carreras normales termino haciendo equipo con alguien y compartiendo los senderos y la experiencia durante horas. Por eso, cuando Anthony Stevens me preguntó si quería correr la E250 con él, no tuve que pensarlo dos veces. Anthony es un tipo genial al que le encantan las carreras de larga distancia, y la ruta parece simplemente de ensueño circunnavegando las montañas del Eiger-Aletsgletcher.
Como sugiere el nombre, la carrera cubre 250 km y (dependiendo de la ruta) 18000 m de elevación. Solo se ha organizado 3 veces hasta ahora y está limitada a 150 personas, en equipos de 2 o 3 personas, por lo que antes del evento no pude encontrar mucha información online sobre la carrera.
Algunos años, la ruta ha cambiado dependiendo de la meteo o las condiciones del sendero y este año no fue diferente. Grandes tormentas azotaron la región unos días antes de la carrera y algunas zonas se vieron afectadas por desprendimientos de rocas. Asi la ruta entre la segunda y la tercera base de vida tuvo que ser modificada. Sin embargo, todavía atravesamos todo el terreno de alta montaña, a pesar de los grandes neveros que todavía quedaban en altitud.
Me he encontrado con Anthony en un par de carreras y sé que es un poco más rápido que yo. También tuvo la oportunidad de competir en los Alpes esta primavera y pasó la semana anterior a la carrera en Suiza mirando la ruta. Mi preparación, sin embargo, consistió en competir en The Fellsman en abril y Old County Tops en mayo. Dos carreras de montaña en el Reino Unido que no se pueden comparar con la elevación y el terreno de los Alpes suizos. Pasamos eso sí un fin de semana juntos en Gales en junio haciendo las etapas 1 a 3 de la ruta del Paddy Buckley Round, lo que confirmó que formamos un equipo fantástico y que nos llevamos muy bien. Mi preocupación era que me tuviera que esperar y esto estropeara la experiencia, pero solo había una forma de averiguarlo.
La carrera, de Grindelwald a Kandersteg
La recogida de dorsal fue sencilla, salvo por la preparación de 7 bolsas de provisiones o “dropbags”. Conducir entre las bases de vida es bastante complicado y la organización prefiere tener una dropbag distinta para cada base de vida. Preparar esto es una pesadilla porque no sabes qué vas a necesitar en esos lugares. Al final, tenía mucha comida en cada una, calcetines y ropa interior para cambiarme, 3 pares de zapatillas porque nunca se sabe, y equipo de ducha y un cambio completo de ropa para Bellwald (pasada la mitad de la ruta).
La carrera comenzó a las 8 am en un ambiente familiar. éramos a penas 150 corredores y solo algunos de sus amigos y equipos de apoyo en la linea de salida. No había público en las calles, ni el circo habitual en una carrera by UTMB. Solo un grupo de locos listos para hacer ese recorrido en las montañas.
La primera subida nos llevó hacia el Eiger trail, dentro y fuera de las nubes en senderos perfectos. En poco tiempo estábamos descendiendo a Lauterbrunnen, un valle rodeado de escarpadas paredes rocosas con cascadas que caen a su alrededor. El descenso fue rápido y divertido, pero en una de las secciones del bosque, Anthony tropezó y se cortó la mano con una roca en la base del pulgar. No era un corte profundo, pero era ancho y sangraba bastante. Usamos un vendaje de compresión para detener la sangre y asi siguio el resto del viaje con esa herida abierta.
Había un avituallamiento en el valle y desde allí comenzamos el camino a Kandersteg, nuestra primera base de vida y dropbag.
Hubo dos subidas consecutivas que nos llevaron por encima de los 2600 m. Muy empinadas a veces, pero el tiempo pasaba rápido mientras disfrutábamos del hermoso paisaje. Había flores por todas partes y montañas cubiertas de nieve a nuestro alrededor. Paramos en dos refugios de montaña en el camino para comprar bebidas y nos encontramos por primera vez con Nicky Spinks y Kirsty Hewitson (Team “From the North” y leyendas del Reino Unido). En los tres días siguientes nos encontraríamos muchas veces con ellas.
Por encima de 2000 metros de altura, Anthony tenía problemas para respirar. Se estaba recuperando de un resfriado, probablemente covid, y tosía mucho. También le preocupaba forzar demasiado la respiración y desarrollar asma. Así que teníamos que tomárnoslo con calma o arriesgábamos tener que abandonar la carrera. Anthony también recibió una descarga en una valla eléctrica y bromeábamos porque entre eso y el corte en su mano había usado 2 de sus 7 vidas y teníamos que asegurarnos de que no usara ninguna más.
La ruta nos seguía dando regalos para los ojos y las piernas, teníamos que sortear campos de nieve, pedregales y rocas. A veces teníamos escalones muy empinados y también cadenas para mantenernos sujetos a la montaña. Parecía más técnico que las otras carreras que he hecho en los Alpes, TDS o Tor y nos estaba encantando. El descenso a Kandersteg nos llevó por encima del Oeschinensee, un lago azul rodeado de paredes rocosas escarpadas. El paisaje era simplemente fantástico y cambiaba en cada esquina. Llegamos a la base de vida de Kandersteg, donde nos ofrecieron pasta y nos pusimos calcetines frescos de nuestras dropbags.
De Kandersteg a Jeizinen
La primera sección nocturna nos llevó por encima del Lochenpass, que estaba cubierto de nieve. El campo de nieve solo se vio interrumpido por grandes bloques de rocas, lo que hizo que el progreso fuera realmente lento. La gran mayoría de la ruta no está marcada, pero los organizadores habían hecho un trabajo fantástico marcando esta sección con luces. En la cima del paso, disfrutamos del calor y la comida del refugio de Lochenpass, donde fueron muy agradables. Nicky y Kirsty ya estaban allí y se fueron antes que nosotros, corriendo y haciendo su trabajo en los checkpoints como una las máquinas bien tuneadas que son.
El descenso fue largo, como lo son en los Alpes, especialmente si entrenas en las pequeñas colinas británicas. No paramos mucho en la segunda base de vida de Jeizinen donde nos adentramos en el paisaje diferente del Valais. Me eché una siesta de 10 minutos y ese fue el comienzo de la nutrición deportiva a base de queso raclette y cerveza sin alcohol que me dio energía durante el evento.
De Jeizinen a Belalp
Nos esperaba un trocito de infierno, recorriendo esta sección a lo largo del gran valle del Ródano. La ruta tuvo que ser modificada debido a un desprendimiento de rocas, y estábamos bordeando las montañas a unos 1000 m de altura. Los senderos no eran muy pintorescos, conectaban pequeños pueblos y estaciones de tren, y el calor se estaba volviendo insoportable. Lo peor llegó en la subida al avituallamiento de mitad de camino de Finnen, hacía tanto calor y era tan empinado que estábamos absolutamente agotados. Afortunadamente, la encantadora gente de Finnen estaba lista para librarnos de nuestra miseria con sus cencerros y música de acordeón, muchas bebidas frías, queso raclette y hamacas en la sombra.
Me eché otra siesta de 10 minutos, pero Anthony necesitaba un poco más, así que tomé otra cerveza y lo dejé cerrar los ojos durante otros 10 minutos. Cuando salimos eran las 4 pm, la temperatura había bajado unos 5 grados y ambos comenzábamos a sentirnos mejor, especialmente Anthony, que encontró otra marcha y subimos a Belalp sintiéndonos realmente fuertes. El CP en Bellalp fue genial, y tenían pizza. No estoy seguro, pero creo que dormimos durante 1 hora (no suficiente) y salimos todavía con luz de día.
De Belalp a Bellwald
Estábamos a unos 2000 m, y teníamos que descender al valle, y luego subirlo todo de nuevo para visitar el mirador sobre el Aletschgletcher, seguido de otro descenso a Bellwald. Una verdadera monstruosidad de sección de nuevo. La buena noticia era que sin planearlo ibamos a ver el Aletschgletcher al amanecer.
El descenso fue muy bueno, pero cuando comenzamos a subir me costó mucho mantenerme despierto. Siempre tengo el mismo problema cuando paso la segunda noche de una carrera, durante las subidas o secciones fáciles empiezo a quedarme dormido y básicamente me duermo de pie. Un par de veces me desperté cuando había llegado a la curva de un zigzag, y me tomó unos segundos recordar dónde estaba. Tuve que pedirle a Anthony que parara durante 5 minutos para poder cerrar los ojos y hacer un reset.
Seguimos subiendo y finalmente llegamos al mirador sobre el glaciar, un momento verdaderamente mágico teñido de tristeza ya que los signos del derretimiento del hielo son evidentes incluso en este, el más grande de los glaciares de los Alpes. La ruta nos llevó luego a través de un túnel de 2 km, saliendo a más vistas impresionantes y luego al descenso al increíble abismo dejado por el glaciar Fiescher. La guinda final del pastel de esta sección hacia Bellwald fue el enorme puente colgante. Sujeto por solo 4 cables a través del profundo cañón, esta no fue una experiencia muy agradable para Anthony, que sufre de vértigo en este tipo de puentes. Bellwald nos recibió con caldo y mas cerveza sin alcohol, dormimos 1 hora y 30 minutos y partimos hacia la siguiente sección hacia Munster y Grimselpass.
Bellwald a Grimselpass
A estas alturas, aunque Anthony seguía tosiendo, se sentía de maravilla y me hacía correr mucho. Era por la tarde y todavía hacía calor, así que decidió quitarse de en medio esta sección llana hacia Munster. Pasamos a nuestros amigas Nicky y Kirsty muy rápido y en poco tiempo estábamos en Munster comiendo más queso, otra cerveza y salimos a conquistar el poderoso Grimselpass. Se trata de un paso de montaña a 2164 m de altitud y, aunque hay una carretera muy transitada hasta allí, nuestra ruta nos llevó por un hermoso sendero hasta llegar a la línea de nieve y a la base de vida en un hotel. Llovió mucho durante la subida y tuvimos que utilizar toda la ropa impermeable, pero disfrutamos de una hermosa puesta de sol cuando llegamos al paso. Como siempre, nos trataron como si fuéramos héroes. Comimos más pasta y dormimos 30 minutos. A estas alturas habíamos entrado en lo que yo llamo el ciclo de correr para siempre, cuando 30 minutos de sueño nos duran 5 o 6 horas, lo suficiente para llevarnos al siguiente punto de control y repetir. Comer, dormir y correr para siempre.
Grimselpass hasta la meta
En teoría lo teníamos todo bajo control, nos quedaba una maratón, empezando con un largo descenso hasta la siguiente base de vida. La realidad fue un descenso muy duro y técnico sobre rocas muy resbaladizas y una ruta bastante difícil de encontrar en la oscuridad. Y es que ya estábamos muy cansados. Esta vez fue Anthony quien pidió parar 5 minutos para sentarse en una roca y cerrar los ojos. A mitad del descenso el sendero mejoró y pudimos volver a correr, y en poco tiempo llegamos a la última base de vida de Geissholz, que en días normales es una estación de helicópteros. Para entonces Anthony ya había adoptado el ciclo de correr para siempre y ambos seguimos la rutina. Pasta, siesta de 30 minutos y correr hasta la meta.
Había vuelto a amanecer y los senderos eran simplemente magníficos, con montañas cubiertas de nieve a nuestro alrededor. Cuando llegamos a la última cima, nos encontramos con los corredores de la carrera E51 y comenzamos a descender por el sendero que ellos subían. Al ver el E250 escrito en nuestros números recibimos la mayor ovación, y descendimos a toda velocidad animados por sus gritos y choques de manos. Fue un momento realmente increíble, habíamos pasado muchas horas solos en la montaña y ahora nos recibían cientos de corredores felicitándonos. No voy a negar que tenía lágrimas en los ojos.
Y así cruzamos la meta y nos abrazamos, cerrando el circuito alrededor de esas preciosas montañas en 74h y 10min. Cuesta creer la cantidad de paisajes y experiencias que vivimos en ese corto tiempo. Los dos estábamos de acuerdo en que la E250 fue una de las mejores carreras que hemos hecho, por los paisajes, la organización, y los increíbles voluntarios. Y por ser en equipos, porque no hay nada como pasar tiempo en la montaña con un buen amigo.