Por Carlos Velayos
Carlos Velayos es trailrunner y montañero, finisher entre otras pruebas de Ultra Pirineu o Gran Trail Aneto
Si te gustan las montañas habrás soñado muchas veces con los Pirineos, con los Picos de Europa o Gredos. Es probable que alguna vez la imaginación te haya transportado hasta Los Alpes o Las Rocosas. Y, quizá, en algún momento, has llegado a soñar a lo grande y te has imaginado en plena cordillera del Himalaya, ante montañas gigantescas de más de 8.000 metros, paredes verticales, desolados glaciares o elegantes picos con nombres míticos como el Ama Dablam, el Pumori o el Nuptse…
A mi me ha pasado todo esto y, hace unas semanas, he podido cumplir ese sueño y estuve en el Himalaya haciendo la Alta Ruta del Everest en una de sus variantes que incluyó la aproximación al Campo Base del Everest, recorrer algunos de los lugares más famosos de esta cordillera como es Lukla, Namche Bazaar, el monasterio budista de Tengboche, el glaciar del Khumbu, el Chola Pass o los lagos de Gokyo, asi como contemplar el Everest desde los espectaculares miradores de Kala Pattar o Gokyo Ri.
La Alta Ruta del Everest es un trekking que recorre caminos, en su mayoría sencillos, por el Parque Nacional de Sagarmatha, adentrándose en una de las zonas más conocidas del Himalaya. Cuenta con todas las facilidades para disponer de alojamiento y comida en lodges, posibilidades para contratar guías y porteadores sin dificultad asi como mapas e información publicada en papel y en internet más que suficiente como para poder afrontar la ruta de forma autónoma e independiente.
La aproximación más clásica sería coger un autobús desde Kathmandú hasta Jiri y, desde allí, hacer varios días de camino por los valles que conducen hacia la cordillera del Himalaya, ganando altitud de forma muy progresiva lo que garantiza una buena aclimatación. Esta opción es perfecta para aquellos que cuentan con mucho tiempo disponible para este viaje (en torno a veinte días de trekking).
En mi caso no era asi ya que solo disponía de 12 días para caminar, por lo que utilicé la opción más rápida para hacer la aproximación inicial y cogí una avioneta desde Kathmandú hasta el aeropuerto Edmund Hillary en Lukla. Esta es la opción más utilizada en la actualidad y ya este primer vuelo se puede considerar una aventura emocionante. Volar en avioneta y a baja altura durante veinte minutos en dirección al Himalaya es un aperitivo perfecto para lo que va a venir durante los días de camino. Se recomienda situarse en el lado izquierdo a la ida y en el derecho a la vuelta para poder disfrutar de las mejores vistas de las montañas. También se recomienda dejar el miedo guardado en la mochila para disfrutar de la experiencia sin excesiva preocupación.
La culminación del vuelo supone aterrizar en el minúsculo aeropuerto de Lukla. Situado en plena montaña, dispone de una pista muy corta, que necesita de una cierta pendiente para garantizar el frenado en el aterrizaje y la velocidad suficiente en el despegue. Os dejo un video para que os hagáis una idea de lo impresionante que resulta la maniobra.
A partir de ahí comienza el trekking, que en mi caso me llevo 12 días en total, con las siguientes etapas en mi caso:
1.- Lukla-Monjo
2.- Monjo-Kyangjuma
3.- Día de aclimatación en ruta circular alrededor de Namche: Khumjung, Thame hasta el Edmund Hillary memorial view point (primera vez por encima de los 4.000 m).
4.- Kyangjuma-Phortse-Pangboche (por la tarde visita al monasterio de Tengboche)
5.- Pangboche-Dingboche (y subida de aclimatación a 5100m)
6.- Aclimatación: Dingboche-Chukung-Chukung Ri (5560m) y vuelta
7.- Dingboche-Gorak Shep (por la tarde ida y vuelta al Campo Base del Everest)
8.- Gorak Shep – Kala Pattar –Gorack Shep – Dzongla
9.- Dzongla-Chola Pass- Gokyo
10.- Día relajado: Subida al Gokyo Ri y vuelta a Gokyo
11.- Gokyo-Kyangjuma
12.- Kyangjuma-Lukla
13.- Vuelo de vuelta a Kathmandú.
En mi caso el trekking lo hice en solitario, sin guía ni porteador. Preparé una mochila lo más ligera posible que pude, reduciendo el peso hasta dejarla en torno a los 10 kg + el agua. Para conseguirlo utilicé mucho del material que tengo para las carreras de montaña. El tema del material es interesante y le dedicaré uno de los próximos artículos.
Cada día del trekking seguía un esquema parecido: despertarse al amanecer, en torno a las 6 de la mañana, preparar la mochila, desayunar y ponerse en marcha. Normalmente a las 6:45 o 7 empezaba a caminar y eso me permitió encontrarme muy poca gente en el camino, disfrutar del amanecer e, incluso, ver la aparición del sol detrás de las montañas una y otra vez durante las primeras horas del día. Normalmente llegaba a mi destino en torno a las 11 o 12 de la mañana y, una vez encontrado un lodge donde alojarme, tenía tiempo para ducharme, ponerme ropa limpia y lavar la ropa que había utilizado esa jornada, tenderla y aprovechar el sol de las horas centrales del día para que se pudiera secar.
Algunos días también caminé por la tarde para subir a algún pico o a algún mirador con el objetivo de ganar altura por el día y dormir más bajo, ya que este es uno de los principios fundamentales de la aclimatación a la altitud (“climb high, sleep low”). A este tema de la aclimatación y de cómo identificar y manejar el mal de altura también le dedicaré un artículo próximamente, ya que creo que es una de las claves para hacer este trekking con seguridad y disfrutar de esta experiencia sin problemas.
Poder comer un plato de comida caliente y recién hecha en el lodge es uno de esos momentos de lujo que este trekking te regala y que, en muchos casos, se puede hacer al aire libre y disfrutando de uno de esos paisajes abrumadores que estas montañas ofrecen.
Anochece pronto y, en cuanto empieza a declinar el sol, la temperatura baja rápidamente y el frío es intenso. Merece la pena dedicar la tarde a descansar y recuperar fuerzas, refugiarse en el salón del lodge o en alguna de las bakery-café y leer un libro, planificar el día siguiente, charlar con otros trekkers o, simplemente, dejar que el cuerpo se entone con un buen termo de te hasta la hora de la cena.
Con este ritmo diario, la experiencia de caminar, descubrir, explorar y disfrutar se hace fácil. El trekking te ofrece la oportunidad de recorrer una zona del Himalaya impresionante con unos paisajes de naturaleza salvaje y alta montaña incomparables en los que no encontraremos ni una carretera ni un vehículo a motor, a excepción de los helicópteros que sobrevuelan los valles de vez en cuando para hacer un rescate o una evacuación. Es en estos valles donde también nos vamos a poder empapar del estilo de vida de los Sherpas, que actualmente es una llamativa mezcla de vida tradicional y modernidad. En la parte más tradicional se sigue viviendo de la ganadería y de la agricultura. También nos vamos a encontrar con las duras condiciones de vida de los porteadores y con los vestigios nómadas de las caravanas de Yaks con las que se hacen llegar todas la mercancías a los pueblos de la zona. Y, por otro lado, la modernidad que viene de la mano de todo lo relacionado con las diferentes formas de turismo y expediciones: guías de montaña y de trekking, comercios, restaurantes, casas de te, guest houses/lodges/hoteles… Una fuente inagotable de ingresos que aumenta cada año.
Además de lo que la naturaleza y la cultura Sherpa nos ofrece en este trekking, esta ruta también nos da la posibilidad de descubrir el budismo tibetano, omnipresente en todo el trekking, como una llamada constante a cuidar la vida espiritual y a hacer un camino interior. Encontraremos banderas de oración en cada pueblo y en cada cumbre, largas hileras de piedras con mantras grabados en sanscrito, ruedas de oración que girándolas, nos ayudarán a acumular buen karma o estupas en cada punto clave del camino. En este sentido, de especial importancia es el monasterio budista de Tengboche, el mayor de la región del Khumbu y uno de los más importantes del Himalaya.
En definitiva, recorrer el trekking del campo base del Everest es una experiencia que merece la pena en todos los sentidos. Las montañas son impresionantes, los paisajes son espectaculares, el contacto con la naturaleza es constante, poder conocer la cultura de los sherpas es muy interesante y dejarse sorprender por la presencia constante del budismo cuestiona nuestra forma occidental de ver el mundo. Estas son algunas de las razones por las que yo considero recomendable hacer este viaje y por las que me atrevo a garantizar que nadie volverá defraudado de un trekking como este.