El ultratrail más bello de la historia. Así es como muchos denominan a la edición de 1994 de Leadville. Probablemente tengan razón. Quizás sólo la Western States del 2010, y aquel duelo entre los Jornet, Roes, Koerner y Krupicka, pudiera competir por ese título de la mejor carrera de todos los tiempos.
La primera presencia de los Tarahumaras en Leadville fue en 1992. Seis de ellos llegaron de la mano de un promotor deportivo, digamos que con no muchos escrúpulos, más preocupado en el lucimiento personal propio y de su organización que en los Rarámuris. Ellos querían correr con su falda, su capa y sus sandalias caseras, a lo que estaban habituados. Fisher, el promotor, quería verlos con ropa deportiva y el último modelo de zapatillas Converse. Nadie les explicó como utilizar un frontal, ni nadie les dijo que en los avituallamientos se podía comer, ni nadie les contó las diferencias con su cultura. Fue tan grande el shock y quedaron tan desconcertados que antes de la milla 50 ya había abandonado todo el grupo.
Al año siguiente de su primer viaje a Colorado, repitieron experiencia en las Rocosas en 1993, y con un resultado muy distinto al cosechado la primera vez. En esta ocasión no calzaban ningún último modelo de Converse ni tampoco las prendas técnicas más modernas. No eran necesarias. De hecho, para ellos eran un estorbo. Ataviados con sus largas camisas, con su pañuelo en la cabeza y, sobre todo, con el calzado que les hace tan especiales: los huaraches, unas sandalias cuya suela es un trozo de goma con unas cintas de cuero para sujetarlas a los tobillos. De hecho, ni siquiera las traían consigo desde Méjico. Unos restos de neumáticos en un vertedero cercano a Leadville y una navaja para recortarlos a su gusto fueron suficientes para obtener el calzado con el que afrontarían cien millas a través de las montañas. Tampoco competían por completar un reto o por añadir su nombre a una lista de finishers. Ni siquiera por ganar. Su trofeo era llevar comida a su pueblo, ya que el promotor que les llevó a Leadville lo consiguió con esa promesa.
Familiarizados con el recorrido, con el equipo al que estaban acostumbrados, sabiendo que en los avituallamientos podían comer y beber sin esperar a que nadie se lo ofreciera y corriendo prácticamente igual de rápida la primera mitad que las segundas cincuenta millas, tres Rarámuris se auparon a tres de las cinco primeras posiciones de la Leadville 1993. El ganador, Victoriano, contaba nada menos que 55 años. El segundo, Cirrildo, 38. Había nacido una leyenda, la leyenda de los Tarahumaras, de aquellos que avanzan flotando entre la niebla de las Rocosas.
Tras irse de vacío en el 92 y arrasar en el 93, los Tarahumaras volvieron a Colorado en 1994. Ya de por sí se trataba de un año especial puesto que se disputaría por primera vez la edición para BTT que habitualmente se celebra el fin de semana anterior y que con los años ha visto coronarse a gente como Lance Armstrong :).
Pero además en Leadville se juntarían otras dos leyendas del ultrarunning: Ann Trason, una mujer que hizo historia en nuestro deporte y el gran Micah True (Caballo Blanco) que directamente merece un capítulo aparte en esta serie. Trason, ganadora absoluta de varias ultras, llegaba con la intención de ser la primera mujer en encaramarse a la primera posición de la clasificación. Caballo Blanco era este año el guía de los Rarámuris, con los que establecería una simbiosis especial.
Si en ediciones anteriores la representación Tarahumara había sido excelente, la de este año era sencillamente inmejorable. Siete corredores con una horquilla de edad entre 25(Juan) y 41(Martimiano) años y un sólo objetivo, la victoria. Para conseguirla, Micah True les puso en antecedentes sobre su único rival, Ann Trason, y una serie de pautas para vencerla, entre las que se incluía meterles un poquito de miedo, para lo que la apodó «La Bruja» y les aconsejó no adelantarla hasta que quedaran unas pocas millas para la meta. Juan cumplió escrupulosamente lo mandando y, cada vez que Ann paraba, él también lo hacía ya fuera para comer, beber, rellenar bidones u orinar.
Las cien millas se convirtieron en un duelo al sol entre dos corredores irrepetibles, un auténtico duelo en las alturas que se prolongo durante las 17h30′ que invirtió Juan en completar los 160 Kms, tan sólo 30′ menos que lo que tardó Trason. 18h04′ que eran record de la prueba y que tardó veinte años en ser superado.
La actuación Tarahumara fue insuperable. A la victoria de Juan se unió el tercer puesto de Martimiano y los otros cinco entraron en Leadville dentro de las 11 primeras posiciones.