La plaza olímpica no es un objetivo sencillo. Pero Andreu, que milita en el Cárnicas Serrano, ha demostrado que posee una capacidad para sorprender casi inagotable. De ahí que ya se le empiece a conocer como el 4×4. Pues cuatro son las disciplinas en las que ha brillado: primero alcanzó la élite mundial en la orientación; luego logró mejorar su marca personal y acabar cuarto en el Campeonato de España, ya en la pista, en los 3.000 obstáculos; después, durante sus vacaciones, casi como un juego, subió al podio en el trail Cap de Creus, en la Costa Brava, y logró una plaza para el Golden Trail de Azores. Para después, y seguimos en 2020, debutar en medio maratón con una marca de 63:41 que le valió el decimosexto puesto en una carrera con cuatro atletas por debajo del récord del mundo -fue el tercer español tras Carlos Mayo y Javi Guerra-. Una semana después acudió al Campeonato de España de Trail por Federaciones en Ibiza y lideró a la selección valenciana con un triunfo individual arrollador que dejó a todo el mundo con la boca abierta.
No parece que le angustie la soledad. Se le intuye feliz con su rutina allá arriba: dormir, entrenar, comer, la siesta, ver en Netflix un capítulo de ‘La Valla’, leer unas hojas de la biografía de Nelson Mandela y poco más. La vida de un atleta. Quería irse al Teide. Pero no se pudo dar y se conformó con los 1.400 metros de altitud de Peguerinos, el lugar que, hasta el 12 de enero, solo piensa abandonar para correr la San Silvestre Vallecana el último día de un año que, en su caso, ha sido bueno.
Su historia arranca en Onil, el pueblo que le disputa a Monzón el récord de atletas por cada mil habitantes. Allí, en el interior de Alicante, en el ‘Valle del Juguete’, los niños probaban todos los deportes en las escuelas deportivas. De ese vivero no solo salió él. También el saltador de longitud Eusebio Cáceres, el decatleta Jorge Ureña y el corredor de trail Antonio Martínez. «Los cuatro, aunque Jorge es un poco más joven, somos del mismo grupo de amigos«, explica sobre una pandilla que podría jugar al póker solo con medallas.
Andreu practicó el baloncesto, el tenis, el fútbol, el atletismo… Y al final, siempre un verso libre, se decantó por la orientación. «En Cuarto de la ESO dejé el basket y cuando me vine a estudiar a Madrid ya me centré solo en la orientación«. Entrenaba como un profesional y vivía como un aficionado. Este deporte no daba para más. Antes, en el instituto, Eusebio y él iban al grupo A y Antonio, al B. «Eusebio fue el primero que destacó de los cuatro. Desde pequeño se veía que tenía algo especial. Yo creo que el primer día que fue a la pista ya batió un par de récords de España…«.
A él le ganó la montaña. Sus padres eran de un centro excursionista y todos los fines de semana se llevaban al chaval a caminar por la sierra. Al niño le gustaba el monte, le gustaba correr y le gustaban los mapas. «Y me siguen gustando. Siempre quiero saber dónde estoy, cómo ir a los sitios, tenerlo todo controlado«. En la orientación hizo camino. Como júnior llegó a ser subcampeón del mundo y, ya como absoluto, fue dos veces séptimo en los Mundiales. «Y en España, que lo estuve contando el otro día, fui once veces campeón en distintas modalidades«.
Un día por semana, iba a la pista y se apretaba unas series. El atletismo le gustaba. Como cuando él y sus amigos del pueblo eran pequeños e iban al Cross de Yecla «a ver a los buenos«. En la orientación asentó su amistad con Antonio y juntos crearon un blog que tomó el nombre del apodo que les endilgaron: los niños bomba. «Eso era porque los dos corríamos rápido, pero siempre la liábamos. Para bien y para mal. O ganábamos o nos perdíamos y llegábamos a más de quince minutos del vencedor. Nunca se sabía cuándo íbamos a explotar«.
Cuando llegó el momento de estudiar una carrera se fue a Madrid y se matriculó en Ingeniería Aeronáutica. «Pero era imposible. No querían cambiarme la fecha de los exámenes cuando coincidía con una competición, así que me pasé a Ingeniería Civil en la UCAM. Luego hice un master de profesorado y ahora estoy con un MBA«.
Con su amigo Antonio, hoy una estrella del trail, siempre surgía una broma sobre alcanzar los Juegos de Tokio. Pero no pasaba de eso: un comentario jocoso entre ambos. Hasta que acabó sus estudios y ya no era factible eso de dedicarse solo a estudiar y a entrenar. Tocaba buscar un trabajo y ganarse la vida. Pero en este periodo de transición, probó con un campeonato universitario de cross y lo ganó. «Ese día vencí a rivales que tenían menos de 29 minutos en el 10.000, así que pensé que se me daría bien el absoluto. Pero luego fui al Campeonato de España de 10.000 y me doblaron todos«, se ríe recordando aquella carrera que le puso en su sitio. «Sí, a mí se me daba bien correr, pero me costaba mantener ese ritmo elevado de manera constante. Y ese fue el motivo por el que me decanté por los obstáculos, donde hay más cambios de ritmo y donde me ayuda la fuerza que tengo«.
En la orientación, pese a ser uno de los mejores del mundo, se tenía que pagar hasta la inscripción en las carreras. Una vez se le ocurrió pedir ayuda a la federación y se le tiraron encima, como si hubiese intentado ir de listillo. Ahora le va mejor, aunque tampoco es para echar cohetes. Sus llamativos resultados han tenido mucha repercusión en las redes sociales, pero Twitter no da de comer. Un día la broma con Antonio Martínez dejó de serlo. Andreu le contó que lo iba a intentar junto a sus dos entrenadores: Juan del Campo y Luismi Martín Berlanas. Antes, en febrero de 2018, se fue hasta Onil, se sentó delante de sus padres y de su hermana, y les preguntó si estaban dispuestos a ayudarle en su desafío. Su padre, maestro, y su madre, celadora en el centro de salud, le dieron el espaldarazo que le faltaba. «Mi familia siempre ha sido fundamental en el apoyo que recibo. Por todo, pero también en lo económico. Me atrevía con el atletismo, pero necesitaba una red de seguridad que eran mis padres. Sin ellos, no lo podía intentar«.
Su evolución fue despampanante. Cada vez que corría, mejoraba su marca personal, que el pasado verano rebajó hasta dejarla en 8:33.22 -sexto español del año-. Y en septiembre, en el Campeonato de España, logró un valioso cuarto puesto. Él se ve con mejora, corriendo los obstáculos en torno a 8.20 y sacando su gen competitivo en el Campeonato de España para reclamar la tercera plaza olímpica. Y ahí falta por ver si Andreu, que mide 1,90 y pesa 73 kilos, cuando dé este salto de calidad, tiene esa velocidad final, desde la ría hasta la meta, que distingue a los mejores.
Después de quedarse a las puertas del podio en Madrid, corrió el siguiente martes un mitin en Barcelona que cerraba la temporada. Su amigo Antonio le propuso acompañarle y que luego se fueran juntos a Cap de Creus, donde tenía un trail. La víspera de la carrera de montaña, le ofrecieron un dorsal y Andreu lo cogió con la idea de acompañar a su amigo mientras le duraran las fuerzas. «Había dos kilómetros de llano, una subida larga, llano y una bajada. Yo pensaba que, tras la bajada, que te castiga mucho muscularmente, me iba a quedar. Ahí íbamos séptimo y octavo y no había petado. Antonio tiene mucha experiencia e iba dosificando. El ritmo lo marcaba él, y al final acabamos segundo y tercero. No me lo podía creer«.
Ese resultado tenía una recompensa: una plaza para las Golden Trail Azores, una especie de final en aquellas islas en medio del Atlántico. «Cuando llamé a Luismi a contárselo me dijo que, conociendo mi carácter competitivo, se olía algo así«.
Por aquel entonces, a finales de octubre, ya se sabía que la temporada de cross prácticamente había desaparecido y sus entrenadores accedieron a que fuera a las Azores, donde, con cuatro días de 30 kilómetros, le esperaba mucho más que una aventura de un día. El alicantino fue a disputar el formato sprint, un segmento dentro de cada etapa, en el que finalizó segundo después de haber ganado tres de esos cuatro sectores.
El año ya era redondo, pero aún le quedaban objetivos por el camino, más pruebas para el 4×4. El primero, jaleado por su club, el Cárnicas Serrano, era su debut en el Medio Maratón de Valencia, que acabó siendo, probablemente, la mejor carrera de esta distancia de la historia con cuatro atletas corriendo por debajo del récord del mundo (58:01) de Geoffrey Kamworor. Andreu Blanes logró bajar de los 64 minutos, un resultado notable después de ver que en la preparación se había quedado sin gasolina. «Al principio, al volver de Azores, tuve un par de semanas malas porque muscularmente me costó encontrarme bien, me veía limitado, y en los entrenamientos Yago (Rojo) y Tariku (Novales) me dejaban descolgado cada vez. Luismi me dijo que no esperaba que bajara de 65 minutos. Pero un día, en un entrenamiento, me reencontré. Ese día nos tocaba hacer doce miles y Yago, visto lo visto en las últimas sesiones, no me dejaba tirar en ninguno. Pero yo sabía que ya estaba bien otra vez. Y entonces, aunque ya solo con diez días buenos, supimos que la marca en Valencia iba a ser mejor«.
Blanes, el único que no corría con Nike o Adidas, sino con unas Hoka, acabó decimosexto en Valencia y entró solo por detrás de dos españoles: Carlos Mayo y Javi Guerra. Y entre eso y las Azores salvó económicamente la segunda mitad del año. Pero cuando ve que los ingresos no crecen, basta con recordar que aquí, al menos, no le hacen pagarse las carreras.
Y aún quedaba una prueba más. Siete días después viajó con la federación valenciana a Ibiza para demostrarle al atletismo español que él se adapta a todo, y, ante algunos de los mejores especialistas del trail corto, incluido su amigo Antonio Martínez, que fue quinto, se impuso con una autoridad impresionante. «Antonio se quedó con la mosca detrás de la oreja porque el circuito me favorecía, pero creo que no esperaba que lograra tanta ventaja. Él dice que también lo haría bien en el trail. No sé«.
Ya estaba bien. El año había sido productivo y los resultados le habían dado fama y notoriedad, pero no se quiere desviar del camino. Su reto, su obsesión, sigue siendo la plaza olímpica en los 3.000 m obstáculos. Y por este motivo, cogió los trastos de correr y se fue a Peguerinos. Hoy está a dos grados bajo cero y todo el monte está cubierto de nieve, pero no le importa. ¿Qué problema es ese para un 4×4?
Artículo de Fernando Miñana
Publicada originalmente en la web de la RFEA